Vélez Sarsfield

Arrimó el auto hasta la verja azul, preparó el carnet y dos pesos, saludó al guardia y para no perder tiempo dejó el ticket sobre el torpedo, la propina y siguiendo las indicaciones enfilo hacia el fondo donde habría lugar para estacionar.
Maldijo un poco a Dios porque ese lugar suele estar embarrado y afearía su nueva adquisición recién salida de la concesionaria. Cuando bajo del auto otro hincha como él, que también llegaba tarde lo miro con desconfianza, como si bajara de un auto robado, la percha no condecía con el bólido, el otro habrá pensado, Dios le da pan a quién no tiene dientes; apretó el cierre remoto y enfilo entre los autos hacia el estadio.
Mientras trataba de correr sin conseguirlo, pensaba en porque no había cerrado la procesadora que convertía sus momentos felices en exceso de equipaje, el cinto afónico de tanta gritar socorro, porque de los tres centímetros de ancho originales con que había salido de su estuche, solo eran visibles uno y medio (doble) para contener tanta gula acumulada. Pero bue, el calavera no chilla, y entre marcha lenta, piques cortos y deudas de oxígeno llego hasta los molinetes que parecían a medida de los modelos de televisión, luego de un par de maniobras sorteo el último escollo y comenzó a recorrer la rampa que desemboca en el acceso a la Sur Baja, era un partido tranqui, para disfrutar. Escucho una ovación y pensó que después de todo no llegaba tan tarde, recién estarían saliendo los equipos a la cancha, bajo un poco la marcha, paso por el biorsi y con el último aliento subió de a dos los últimos escalones y sin esforzarse demasiado, rápidamente encontró una buena ubicación.
La gente estaba como en un estado de paz plena, tranquila y feliz. Transcurría el partido y no pasaba nada, solo el tiempo. Un partido chato y aburrido, pero la gente tranquila. Ya había elegido de antemano a quien haría responsable de su ansiedad, ese puntero derecho que jugando en la primera de uno de los clubes más importantes de la Argentina lo hacía como si estuviera en el patio de la casa con sus sobrinos, no quería lesionarse él ni quería lesionar a ningún rival. Fiel a su costumbre iba engranando cuando las cosas no seguían el curso deseado por él, y empezó con el rosario de metáforas para el pobre desgraciado que recorría el lugar de la cancha más cercano a su butaca. El hombre vestido de negro pito tres veces y la gente aplaudió y los jugadores comenzaron el ritual del intercambio de casacas transpiradas.
Entonces se le ocurrió comentar: “ era un partido para ganar”. El de la butaca de adelante que ya se había parado para ir bajando se dio vuelta y le contesto: “pero si ganamos”, “si con un gol del turco Whebe” le retruco, entonces intervino el compañero de butaca del de adelante y se pregunto: “¿ entonces el gol lo anularon ?” a lo que su compañero dijo: “puede ser”, entonces los dos le preguntaron a otro que estaba por prender un pucho, como salió el partido, a lo cuál este sorprendido contesto con otra pregunta: “¿ no ganamos ?”. Para hacerla corta, en dos minutos eran más de diez tipos con más dudas que Adán en el día de la madre, hasta que uno pidió silencio y pegado a la Spica se quedo callado con los ojos bien abiertos y conteniendo la respiración hasta ponerse rojo lanzó un grito de alivio: Ganamos !!! con el gol de Castroman a los 3 minutos, no lo anularon. Uno sonrío tímidamente, otro se sentó aliviado, otros se descostillaron de la risa a mandíbula batiente.
Él se puso a releer la revista partidaria, haciendo tiempo hasta que abrieran las puertas, luego desando el camino de ida, subió a su nuevo carro, disfruto de su equipamiento musical con un instrumental de Di Sarli y volvió a su casa más tranquilo de lo que había ido.
A las diez de la noche tomo el control remoto para cambiar el dial del TV que en su casa estaba siempre encendido como si fuera un ventilador un día de 40 grados y se sentó en su sillón preferido a ver Futbol de Primera. Refunfuñando cada vez que venía la propaganda, aguanto sin moverse hasta que llego el compacto de Velez-Newells. Cuando confirmo el resultado final, prendió un pucho …y sonrío.