Velez

Por Daniel Ortiz [email protected]

Columnista de VélezSarsfield.Net.

El tremendo grado de excitación que hoy tenemos es solo comparable a los grandes momentos de nuestra historia. Salvando las distancias, por supuesto, ya que aún no se logró el objetivo, sino la referencia esta dada en la efervescencia y el entusiasmo que despertó este presente soñado. Pero la mística, la personalidad y el compromiso, invitan a emparentar con sucesos inolvidables. Todo gracias a este grupo de jugadores que nos honran como merecemos, que son un culto a la inteligencia, al coraje y que también son exhibidores de un fútbol del bueno. No había duda de que en Santa Fé era una verdadera final anticipada y que, luego de un tiempo dubitativo que dejaba incógnitas, hemos vivido 45 minutos conmovedores, casi al borde del llanto emocionado por observar semejante muestra de resurgimiento. De una fortaleza anímica pocas veces vista, en el partido justo para sacar chapa y mantener la punta y el invicto. No cabe otra cosa que rendirle gratitud a Gareca y a sus muchachos.

El planteo ofensivo fue la ratificación de la ambición que demuestra el técnico. Con Moralez desgarrado se la jugó por Cristaldo que arrancó retrasado pero que en poco ya estaba definido como punta. Fue la primera señal de ir por todo de entrada. Había movilidad, rotación, se lo perdió Velázquez dos veces llegando con sorpresa. Pero se cedió terreno y pelota y, con la iniciativa, el adversario usufructuó sus chances y algunos desconciertos propios entramos en zona de turbulencia. Ni el más fanático en la tribuna podía imaginar lo que sucedería luego, parecía una utopía cambiar la historia. Un grupo de hombres pudo demostrar que sí, que se pudo, que si se quiere la gloria hay que ser capaz de estas epopeyas...

Fue fundamental el descuento tempranero para amedrentar psicológicamente. Y claro que también fue clave el movimiento de piezas de Gareca colocando a Díaz en una posición de carrilero que le sienta bárbaro. Y allí fueron nuestros héroes, con un endemoniado López en su plenitud y haciendo enarbolar a varios la bandera del perdón ahora sí rindiéndose ante la evidencia de sus goles, Zapata otra vez siendo patrón y líder apoyado por un Razzotti solvente, Papa empezó a lastimar con sus surcos. Por supuesto que como siempre la dupla Otamendi-Domínguez resultó decisiva para contrarrestar los embates rivales, y ya no cabe duda que son pilares necesarios y fundamentales para hacer base en la estructura. El Gran Poroto lógico que aporta a puro oficio y experiencia, aunque a veces ofrece algunas ventajas. Desde el banco además terminaron de arribar más soluciones: monumental Martínez con un golazo que desató la locura y el increíble Flaco Nanni (en el tiempo que estuvo fue mas decisivo que un Larrivey extrañamente irresoluto) en su nuevo rol de asistidor que se completó para terminar de liquidar la fiesta. A refregarse los ojos, no era un espejismo, nuestro Vélez daba una lección de fútbol con la practicidad como bandera.

Señores, estamos en presencia de un equipazo. No sabemos que nos deparará el futuro, auguramos lo mejor, lo sentimos, se huele. Pero pase lo que pase no hay que saltearse actuaciones gloriosas como estas. Agradecerlas, gozarlas, disfrutarlas. Se viene otra prueba de fuego - en realidad todas los serán -; Tucumán será una escala durísima pero allí se vivirá una nueva fiesta fortinera, como en cada rincón del país. Por ahora es fé, confianza, pero que a nadie le quepa la duda que este equipo tiene todo, todo para ser c.............